Aunque en los últimos meses no ha habido muchos conciertos que llamasen mi atención, la actividad en la infinita Ciudad de México no para nunca. De hecho, este fin de semana ha habido dos de los buenos en el Mundano, en el mismito Eje Central. Sobre uno de ellos va esta crónica. La del otro la haré próximamente en forma de críticas de los discos que pillé de las bandas que más me gustaron. Algo aparte, en lo que no había reparado hasta ahora, es que la mayor parte de las bandas que he visto aquí han sido, o bien de EE.UU, o bien de la propia ciudad. Me atrevería a decir que ninguna banda del resto del país se ha dejado caer por los conciertos que frecuenta y organiza la parte de la escena Punk defeña con la que yo me junto.
Esta extraña situación se terminó este domingo con la visita de tres bandas de Monterrey que salieron a hacer una minigira (no en kilometros desde luego, si no en fechas) durante este pasado fin de semana. Esta ciudad norteña no suele estar entre los puntos calientes de las guias turísticas que te invitan a conocer México, ya que tiene un aire más moderno, más industrial y más gringo. O en otras palabras, menos románticas/épicas historias y coloridos/pintorescos entornos, y más miradas a un hipotético y próspero porvenir. También fue escenario de cruentas batallas entre bandas por el control del tráfico de drogas durante los peores años de lucha contra el narco, como nos contaban los propios Narcoestado hace un tiempo, lo que supuso parte del fin de su vida musical, nocturna y cultural. Y hasta ahí puedo leer, porque yo no la he visitado y tampoco es cuestión de dármelas de experto, no siendo que vaya a ofender a algún regiomontano.

Volviendo a la intensa noche del domingo, la cita era sobre media tarde. Bastante más pronto de lo que suele ser habitual, pero es que eran nada menos que seis bandas las que conformaban el cartel, y se supone que hay gente que debe levantar el país al día siguiente. Aunque yo creo que la mayoría de ellos no estaban entre nosotros, y a mucha honra. Un par de horas después de lo anunciado salieron Juana Barraza, antes aún de que se hubiese puesto el sol. Esta banda esta formada por gente de los extintos Mujercitos, o de Cremalleras, entre otras, pero su royo es un tanto diferente. Menos acelerado, y con toques más oscuros y definidos. La verdad es que me cuesta hacer fotos y estar pendiente de la música, así que tendréis que esperar a próximas grabaciones, que seguro no tardarán en llegar, para formaros una mejor idea. Era su debut, y como es habitual en estos conciertos, su actuación no fue larga. El nombre de la banda procede de una asesina en serie local popularmente conocida por el apodo de La Mataviejitas (o en su faceta de luchadora de wrestling como La Dama del Silencio) que hoy descansa en prisión, viendo pasar con calma sus más de seiscientos años de condena por diecisiete asesinatos y doce robos. Historia recomendada para amantes del morbo macabro del que abunda en este país llenando portadas y portadas de periódicos.

Malcría es un trio de pura zapatilla cruda y violenta que no deja espacio a la timidez, ni al sosiego. Ya con un público que empezaba a calentarse, los gritos furiosos de su batería, que le pega durísimo, llenaban el semivacío (o semilleno, según se mire) de la sala. Con miembros de otras bandas como Prisión Oculta o Sacrificio, se despacharon unos veinte minutos de feliz impacto sónico y de ese célebre muro de sonido atronador que te deja el tímpano tiritando. Breve y fugaz, para consuelo de los que somos sensibles y nos aturdimos con facilidad ante el vil Jarcore.
Siguieron AntiSex, que tienen un nuevo Lp que no tardará en ver la luz, pero ya podéis escuchar aqui. El directo fue afilado y cortante, a ratos algo marcial, aunque a mi me sonó menos ruidoso y turbio que esa grabación reciente. Hay temas más oscuros, con un tempo más lento, pero sin duda es esa voz penetrante, y esas letras trágicas y amargas escupidas con rabia, lo que te mantiene en tensión ante sus imperturbables figuras.

Y la primera banda de Monterrey que salió al escenario fue Heterofobia, que desde el minuto uno enganchó a todo el público en un baile frenético, generado en parte por los movimientos espasmódicos de su cantante (batería de Descarnadas y Cremalleras), que tampoco pararía de moverse en toda la actuación. Su royo es una especie de Post-Punk pero con un agradable punto de velocidad e histeria. Voces amarcianadas con efectos y ritmos machacones que te arrastran a una espiral de violencia eléctrica muy saludable. En mi opinión, fueron el descubrimiento de la noche y, quiza, deberían haber tocado al final, porque si pareció que el público se enfrió un poco después de ellos.
Como buen empollón del Punk había escuchado varias grabaciones de Reptoides antes del concierto, y a pesar de mi nulo oído, había sacado algunas diferencias entre sus primeras grabaciones (del 2014, más alegres y trastornadas) y las últimas (de este mismo año, más caóticas y embarulladas) que podrían llamarse evolución y me habían desconcertado un poco. Vamos, que no sabía que esperarme. En directo se montan un buen ruido agresivo cargado de referencias a la ciencia ficción más abyecta y fatalista, que hará las delicias de los amantes del género con banda sonora de pesadilla. El público, no sé si saturado por la actuación anterior o si necesitado de un poco de aire tras el duro fin de semana, permaneció más bien indiferente.
Por último, Descarnada salieron a hacer su Hc-Punk amacarrado y enérgico, con una cantante que dió todo lo que le quedaba de si misma tras los conciertos de días anteriores, pero tampoco obtuvo demasiado apoyo del público. Lo cierto es que, a pesar de la entrega de ellos y el buen ambiente que llevaban, a mi me resultó un sonido algo más común dentro de lo que suele ser el Hardcore. Muy intenso y arrebatador, pero sin muchos matices que me atrapen.
Al final, por aclamación popular, y dado que ambos miembros estaban presentes, salieron Cremalleras a tocar media docena de temas. Algunos ya clásicos, y coreados por la parroquia, como ‘En todos lados’, y otros sospecho que nuevos, que formarán parte de su segundo Lp, que pronto saldrá editado por Cintas Pepe (creo).
La noche terminó mientras veíamos a un chavo de Acapulco rapeando, bailando breakdance o arrancándose con Rock nacional, a cambio de unas monedas de los miserables que aún quedabamos allí fuera apurando las cervezas y los cigarros. Un final con un toque del surrealista folclore urbano mexicano a pie de calle que nunca defrauda.

