Libro: Ever Fallen in Love – The Lost Buzzcocks Tapes

¿Son Buzzcocks la perfecta unión entre adolescentes in love y adolescentes desquiciados?¿Es Pete Shelley el maestro supremo que unió para siempre el Pop ñoño y la zozobra frenética del Punk?¿Influenció la banda mancuniana a Green Day, REM, Guns & Roses, Arcade Fire, White Stripes o Bruce Springsteen? Si estas y otras dudas te impiden encontrar el descanso nocturno que tanto te mereces, estás ante el libro adecuado. Eso si, prometemos que aquí no se escucha a ninguna de esas supuestas bandas influenciadas por Buzzcocks. Faltaría más.

La periodista Louie Shelly (ninguna relación familiar con el protagonista), fiel devota de la banda, les descubrió en una época de su vida poco propicia a las canciones de amor: sobre los 10 años. Pero insistió. Y al final no pudo resistirse a que las hipnóticas melodías y las tortuosas letras de incomprensión romántica de Pete quedasen retumbando en su juvenil cerebro. Después tuvo un sueño: hacerse colega de los miembros de su banda favorita. Y lo consiguió también. De ahí, viajes y horas de cháchara compartida, han acabado en este libro, homenaje póstumo al guitarrista y compositor de uno de las bandas más icónicas que salieron de la industrial y aladrillada Manchester.

Afortunadamente también tuvo la genial idea de grabar esas conversaciones en las que, siguiendo el hilo conductor de sus canciones según su fecha de edición, Shelley nos va contando la historia de su vida. Y sobretodo las inquietudes existenciales que le llevaron a componer esos brutales himnos. Si, también algún que otro cotilleo que no quiso llevarse a la tumba, así como su inmersión en los alucinógenos y sus periodos de bajona. Pero aún hay más: las giras, sus relaciones con cada uno de los personajes que manejaron el destino de la banda e incluso su celosa economía a la hora de grabar: mínimo esfuerzo, máximo rendimiento. Como menciona Henry Rollings en el prólogo (si, a pesar de ser un habitual de cualquier documento sobre el Punk editado en los últimos años, reconozco que esta no la vi venir), sorprende la portentosa memoria que gastaba este buen hombre.

 

 

Todas esas historias son, de hecho, la historia de la Inglaterra de la segunda mitad del siglo XX. No falta ni la turbia realidad laboral del ambiente minero de la zona, que ya veía lo que se les avecinaba, ni los grises escenarios periféricos, ni la popularización de grotescas maravillas musicales televisadas. Todo esta ahí para solaz de los amantes de la cultura anglosajona. Entre anécdotas de romances y urbanismo suburbial, Pete deja ver su humor flemático y cierta mala baba para con algunos de sus propios allegados. En ocasiones, el propio Steve Diggle recibe algún dardo. Pero todo bien, eh? Sin tensiones innecesarias.

Shelley se muestra como un tipo sensible, culto, y con nulo interés por los tejemanejes de la industria musical. Un tipo que cae bien. Su visión del Punk, como fenómeno que vio nacer e implosionar, se aproxima bastante a la idea de cuestionar lo establecido desde una postura de hedonismo juvenil. El sarcasmo punzante y las canciones de amor se dirigen a nuestro centro de gravedad, y ese cambio personal puede tener tanto o más efecto en un cambio colectivo que las manidas arengas políticas que tanto abundan en el género. A veces se pasa un poco de frenada y mezcla reflexiones profundas con citas de Tarantino, pero bueno, dado que ya no se encuentra entre nosotros, los vivos, nos abstendremos de manchar su recuerdo.

 

 

Si de algo peca el libro, eso si, es de abundar en ciertos detalles técnicos de grabaciones e instrumentos. Datos que a mi, y a cualquier punk que se vista por los pies, nos importan un soberano carajo. Al propio Pete no parecía motivarle mucho el cómo sino el qué. Él se consideraba un compositor que utilizaba una guitarra para ayudarse a encajar las letras. El instrumento solo le hacia el favor de poner una barrera material entre él y el público. Algo físico a lo que agarrarse para combatir sus inseguridades. Al contrario que Diggle, le daban bastante igual los modelos de guitarras. Él solo quería no tener que estar afinando continuamente.

Lo que de verdad le apasionaba era la informática. Su carrera en solitario demuestra cuánto llegó a profundizar en los sonidos producidos por máquinas y el jugo que sacó de las investigaciones de productores como Martin Rushent. El advenimiento de Internet, como medio de conexión humana mundial con el que ya había fantaseado años antes de su llegada, le voló la cabeza. Y no perdió el tiempo: en 1994 llegó a crear una rudimentaria web con las letras de la banda. Buzzcocks sería de las primeras en tener una (sencilla) página, allá por 1996, donde los fans podían estar al tanto de las novedades del grupo e incluso intercambiar memorabilia variada. Todo terminó con la llegada de Ebay.

Lo dicho. Multitud de hechos curiosos se destapan en esta biografía, como que el aclamado ‘Singles Going Steady’ fue un disco para vender a la banda en Estados Unidos, donde nunca se editó nada anteriormente, o que existe un corto llamado Love You More donde dos adolescentes viven un tórrido romance al ritmo de esa canción. También muy recomendable darle una escucha al trabajo en solitario de Shelly. A medio camino entre la electrónica soft y lo Pop nuevaolero, garantia de su buen gusto y armonías bailables a partes iguales.

 

 

La parte gráfica se recrea en las toneladas de creaciones de Malcolm Garrett, artista local, amigo de la banda y punk de lo visual, para los trabajos de la banda. Nadie quedó nunca indiferente ante una portada de Buzzcocks. Algunas fotos de las colecciones de particulares y allegados completan el trabajo. Tapa dura y editado sólo en inglés, os servirá para afianzar vuestros conocimientos en la lengua de Shakespeare.

 

 

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