Hoy ha tocado una de viejas glorias. Sabéis que nosotros siempre tenemos un ojo en el pasado, no podemos evitarlo, y ya que por lo general os amamantamos con bastante actualidad, convendréis que es justo que algún día nos concedamos a nosotros mismos la gracia de hablar de lo que nos más nos gusta, el Punk 77, y de añorar tiempos pretéritos. Lo que si es una novedad es que yo haga una reseña recién llegado del concierto. No estoy seguro si será por el trastorno de sueño que me crean estas noches locas de fin de semana, o porque me he quedado con ganas de cotorrear más aún de lo que lo he hecho, pero vosotros, lectores pacientes de este blog, vais a ser los interlocutores imaginarios con los que voy a compartir esta jugosa velada, y algo todavía más valioso: mis reflexiones.
Hace unos días, y un poco por acompañar a Demi que tenía esperanzas inciertas, decidí darle una segunda oportunidad a Gene October. Es un miembro de la primigénia escena Punk británica que tanto nos subyuga, que sospecho que no ha recibido el crédito que merece por, entre otras cosas, ser responsable directo de hechos tan históricos como el advenimiento del Roxy Club, donde pasaron cosas increíbles que algún día os contaremos en un artículo que llevamos años preparando, bajo el título de «El Roxy o los cien días que estremecieron al mundo». Sin embargo, su pene si ha sido motivo de arduos debates en alguna publicación especializada, sin que nosotros lleguemos a saber muy bien el porqué. Son misterios que la historia guarda para sí y que, quizá, jamás nos sean revelados.
Os pongo brevemente en antecedentes para explicar mi desconfianza. Algunos años atrás, unos cuantos desdichados tuvimos el dudoso honor de presenciar una lamentable actuación de Chelsea que quedará para triste recuerdo en noches de conversaciones de perdedores en una barra de bar. El ganador, entonces, fue el propio Demi, que eligió quedarse en el centro a ver a TV Smith. Ahora que lo pienso, que maravillosos años aquellos en los que dos leyendas del Punk tocaban en la Malvada Capital del Imperio Opresor durante la misma noche, ¿no? Dentro de los despropósitos varios y la aberración que dominó aquel espectáculo, Gene tuvo la desfachatez de comenzar con una versión de Iggy Pop, y casi terminar con una de los Clash. Lo se. Espeluznante y muy muy poco Punk, ¿verdad? Sobretodo con el repertorio que gasta el colega. No contento con eso, se pasó toda la noche como encabronado, despotricando, y mentando los muertos del sufrido respetable, en la lengua de Shakespeare. Para que veais que no miento, ni me falla la memoria, os brindo el regalo de contemplar el set list de aquella noche, que he tenido a bien buscar para vosotros, entre cajas, bolsas, y otros desperdicios que he ido acumulando en los últimos veinte años.
Regresemos al día de hoy. Los encargados de abrir para Chelsea han sido Klobber, una banda que poco a poco, currándoselo, han ido ganado el favor de su público local. Se nota mucho esa complicidad con la gente, así como que van bien sobrados de estilo sobre el escenario. Diría que van a más, porque cada vez que les veo esa sensación aumenta. Lo cierto es que a veces su Punk Rock cae un poco más en un royo yanki en detrimento de lo anglo que a mi me apasiona, y no me cabe duda que con frecuencia me sobran algunos punteos, de esos que los rockeros suelen tocar con las piernas abiertas y las rodillas juntas. Lo que no se puede negar es que tienen buen gusto, y su versión del ‘Harry May’ de Business, que todos hemos coreado, les ha quedado bordada. Su repertorio de versiones es amplio, y por lo general no suelen abusar de tópicos trillados. Su adaptación del ‘Civilization´s dying’ tampoco desentona en absoluto, y agrada al tiempo que educa a la juventud. Tienen temas chulos, otros más lentos que quizá me entran menos, pero me ha parecido una muy buena elección para empezar esta noche, y ha ayudado a que la impresión al abandonar la sala haya sido muy buena. Pero no adelantemos acontecimientos.
Reconozco que mis temores pasados me tenían un poco atenazado al primer contacto visual de la banda sobre el escenario. Superados los chascarrillos habituales de si October podría ser pariente lejano del mismisimo Raphael, los parecidos razonables del resto de miembros del conjunto, y el impacto de ver a unos sexagenarios luciendo cresta y atuendos un poco impostados, la música empezaba a sonar, y Gene no ha tardado en demostrar que siempre ha sido un frontman de los que no se arruga (esto no es un chiste) y que aun es capaz de intimidar con su presencia. Siendo domingo, y con una sala medio llena, no ha sido hasta ‘I’m on fire’, que hemos reaccionado, disipado nuestras dudas y comenzado a dar botes en un pogo de tendencia de suave a moderada, como una marejada mediterránea. No ha faltado el típico punk desagradable con chupa roja que ha lanzado una nube de cerveza vaporizada sobre el pobre Gene, que ha quedado hecho una sopa (¡Te queremos Jandro, no cambies nunca (del todo)!). ¿Qué sería de los conciertos de Punk sin incidentes impulsivos y violentos de este tipo? Ya os doy yo la respuesta: conciertos de jarcor-jipsters abúlicos y mediocres. Aunque es cierto que a Gene, que es un tipo sensible, le ha faltado el canto de un duro para bajarse a darle un correctivo a nuestro amigo. Lo hemos notado en su mirada airada, su dedo acusador y su retahíla de insultos e improperios furibundos.
Que es un tipo quisquilloso, lo digo con conocimiento de causa, no creáis… En aquel fallido concierto que comentaba más arriba, yo fui el borracho que se llevo una ducha de cerveza procedente de un mini que el cantante pateó desde el escenario, tan solo por la simpática ocurrencia de intentar atarle los cordones de los zapatos mientras cantaba. Esta vez ha venido con botas sin cordones, y no sin razón, se ha debido ir pensando que en Madrid la abundancia de tipejos faltosos es más que notable. Como propósito para el año que viene, me propongo hacer una colecta para regalarle un madroño en señal de desagravio, ¿quién se une?
Los temas más aclamados han ido sonando contundentes y desgarradores, melódicos e impetuosos, llevando mi mente a esas primeras veces que escuché ‘The Loner’, ‘Decide’ o ‘No one’s coming outside’ en algún recopilatorio prestado. Las he disfrutado con ganas, y creo que el concierto ha estado a un nivel bastante correcto. Ha habido momentos algo lamentables, cuando en mitad de ‘Urban kids’ han hecho una bajada de ritmo, mientras October invitaba a cantar al público un estribillo absurdo, y alguna cosa más así como de Miguel Rios amenizando veladas en Benidorm, pero afortunadamente ha durado poco, y creo que podremos borrarlo de nuestro recuerdo con facilidad, tras un sueño reparador. Han tocado un tema del nuevo disco hacia el final que, sin sonar mal ni ser nada del otro mundo, October no se ha molestado ni en salir a cantar. Raro. En el respectivo bis ha caido ‘Right to work’, como no podía ser de otra manera, y yo no he podido evitar acordarme de alguien que comentó que October no tuvo nunca la intención de currar en su puta vida (lo que me parece muy bien). Cosas de leer mucha literatura periodística, supongo. En todo momento, la banda ha estado a la altura, dinámica y vacilona, y demostrando que se pueden cumplir años sin dar vergüenza ajena, ni arrastrase por los escenarios. La duración, sobre la hora, no se me hizo nada pesada, como podría dar a entender semejante decisión. Han enmendado el pasado con creces. Satisfecho alto es mi veredicto para la última noche de un fin de semana que no ha podido ser más intenso.
Las fotos de mierda están hechas con mi movil de mierda, y la verdad, ni me he molestado en editarlas mucho porque tampoco iban a mejorar. Y además son las tres de la mañana. He estado a punto de llevarme mi flamante cámara de fotos porque la noche, por tranquila y cómoda, lo pedía, pero al final… pues no.