10/3/2017 Personal And The Pizzas+Control Freaks+… (Gato Calavera, México Df)

Sin duda era la tercera y última noche del festival We’re Loud, que el sello americano Slovenly va llevando por el mundo, la que más llamaba mi atención. Del día anterior tan solo Scraper, unos tipos de San Francisco, podían ser considerados vagamente Punk, aunque remezclados bajo el toque sucio garagero moderno que define al sello. También Biznaga, pero ya les había visto el primer día, en la fiesta de bienvenida, junto a un par de bandas locales, Electric Shit y Telekrimen, que ni me interesaban, ni me gustaron: demasiada grasa rockera y pose anaftalinada para mi gusto. Biznaga, con algunos problemas técnicos que fueron sacando adelante, se los merendaron (no era dificil), y consiguieron arrancar algo de emoción entre unos cuantos incondicionales del público.

 

Biznaga templando al pueblo

 

Pero vayamos a lo que prometia ser, al menos musicalmente hablando, la noche más excitante del cartel. Cuando llegamos estaban comenzando Olvido, una banda de la Ciudad de México que hacen algo así como Pop bastante rudimentario y lo-fi. La grabación que había escuchado había despertado mi interés lo suficiente como para acercarme a verlas. Para ser completamente sincero ya las había visto la semana anterior abriendo el concierto de los americanos Tenement, y la verdad es que no varió mucho su breve actuación. Algunos temas son más rápidos y la voz es más desgarrada y chillona que la grabación, algo que yo agradezco, pero les falta ese puntito de vitalidad que hace que una banda te anime a sacar las manos de los bolsillos y bailar. El público, aún algo frio (y muy poco numeroso comparado con la fiesta de presentación) tampoco estuvo todo lo entregado que debería.

Después fue el turno de Andy California, el «redneck» bostoniano, cantante de The Monsieurs, que en solitario bajó del escenario con su guitarra, y su micro incorporado a ella, para interpretar media docena de temas (¿o eran el mismo todo el tiempo?) de Trash R’n’R con regusto a establo, entre un público intimidado por sus acercamientos lascivos y provocadores. Se subió a una mesa, rasgó las cuerdas mientras caminaba de rodillas, representó un sexual cabalgamiento sobre alguna que otra fotógrafa, y terminó su show cómico-musical sin mucha pena ni gloria. Un entretenido aperitivo mientras haces tiempo para el plato fuerte.

 

Lowery arengando a las masas

 

Y llegaba la hora de Control Freaks, la banda que me había arrastrado hasta allí esa noche. Algo más de gente que al comienzo, pero no llegaba a media entrada. Muy flojo, en mi opinión. No soy un seguidor fanático de la carrera de Greg Lowery, pero si tenía claro que no iba a ver ni a Supercharger, ni a Rip Offs. Esos tiempos pasaron, y me consta que la crudeza de aquella chatarra sónica ha ido suavizándose con los años. En general, la propuesta no ha variado mucho respecto a Zodiac Killers. Punk Rock rabioso y estridente, con intercambio de voces femenina y masculina. Algo menos sucio, e incluso con un par de temas más lentos que cortaban el royo un poco, pero todo muy dinámico y afilado. La prueba palpable de esto es la versión que se hicieron del «I can only dream», de Protex. Y que conste que por mi parte no hay ningún problema, más bien al contrario. La banda venía con un nuevo guitarra, pero nada que resaltar al respecto. En un par de meses deberían tener un disco en el mercado con el propio sello organizador del evento.

Entre las cosas que si que no cambian esta la imparable verborrea faltona de Greg que no para de insultar a su público por las más variadas razones. Lástima que la gente no estuviese a la altura en la respuesta a sus provocaciones. Ni siquiera cuando ofreció una camiseta de la banda que nadie se atrevió a aceptar. Quizá ya conocían las mañas que se esconden tras esa oscura treta. El momento de escuchar alguno de sus clásicos, como «She said yeah» o el celebrado «Sooprize package for mr Mineo» llegó al final, cuando Lowery se deshizo de su bajo, y se preparó para machacar al público con sus últimas amenazas sonoras. La reacción no se hizo esperar y el pogo brotó como un resorte mecánico. Y en el momento de mayor calor, acabó todo.

 

El salario no llega para romper tantos bajos…

 

La noche cerraba con Personal And The Pizzas, que desde New Jersey venían a ofrecer su Punk Rock macarra y testosterónico. Un cruce entre unos Ramones coloreados y unos Dictators decadentes, ataviados con sus habituales cadenas y tras una semana sin realizar la higiene diaria más básica y recomendable. El público enseguida se vino arriba y comenzó un conato de pogo salvaje, que se fue evaporando rápidamente, y para la tercera canción ya solo era el clásico palmeo de muslo con movimiento de cabeza sincronizado. No faltaron sus hits «Pepperoni eyes»,«I can read» o «Party boy», que fueron escupiendo entre charla y charla de su cantante. Y ese mismo es el principal inconveniente: su cantante raja demasiado. A mi se me hace algo pesado y creo que corta el ritmo necesario de un concierto de Punk, pero reconozco que como espectáculo tienen un magnetismo único. No sé si de repulsa o de atracción, pero que no es fácil de encontrar sobre un escenario. Sin mucha ceremonia y ante un público estático, acabaron en media hora aproximadamente.

 

Atuendo para cocinar pizzas
Cadenas a go-go

 

Tras los conciertos estaba anunciada pinchada hasta las 3am, pero algún desacuerdo con la sala por motivos que desconozco, provocó poco menos que la expulsión a la puta calle antes de tiempo de organizadores y asistentes. La noche estaba acabada y el resultado fue aceptable. Lo más chocante fue que la asistencia al festival esa noche no fuese lo másiva que podría esperarse en esta ciudad (y que si fue el día anterior, por lo que alguien me comentó), pero supongo que los precios tuvieron buena culpa de ello. Aún sabiendo que hay múltiples gastos que afrontar, creo que se debería ajustar los precios un poco más a la situación real de los países que se visita. Es una buena iniciativa montar festis y llevar bandas a lugares que no suelen visitar, pero si al final no son accesibles para la mayoría, tampoco tiene mucho sentido, ni para público, ni para las bandas que tocan en salas a medio llenar.

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