
Nadie puede oponerse al hecho de que el acto de morir nos coloca a todos en un mismo plano. Otra cosa ya es si lo que queda visible sobre la caja de madera que alberga los cuerpos en descomposición, y el medio metro de tierra que hay por encima, representa con justicia diversas variables como por ejemplo, la rectitud de la vida que cada uno ha llevado, el aprecio que sus allegados sentían por él, o el resultado final del cadaver en la loca carrera por acumular tesoros brillantes en la que participa el humano medio. Vamos a hablar de lápidas, mausoleos, urnas, columbarios y toda la parafernalia escultural que marca el agujero donde nos pudriremos por toda la eternidad. O al menos hasta que el planeta Tierra sea absorbido por un Sol en expansión. Y más concretamente de las tumbas de Dee Dee y Johnny Ramone, tan distintos en la vida, y aunque físicamente próximos, también en la muerte.
A mi me entretiene pasear por cementerios a plena luz del día, y no porque pertenezca a algún culto gótico o misterioso, ni porque me guste el PostPunk especialmente, si no porque son tranquilos parques públicos repletos de curiosidades y, en ocasiones, decorados hermosos que fotografiar. Como tampoco soy fan del cine de terror, ni pienso mucho en la muerte, pues no le doy mayor importancia. Hace poco tuve la oportunidad de recorrer el Hollywood Forever Cemetery, una necrópolis situada en el cinematográfico barrio angelino entre varias de esas avenidas grises y semidesiertas, tan propias del urbanismo yanki. Allí estan enterrados mayoritariamente judíos emigrados de Europa del Este, algunos exóticos asiáticos, celebridades de la talla de Tyrone Power o Cecil B. DeMille, y esta señora de aqui abajo, que tenía pinta de pasarlo muy bien en su vida.

Johnny murió en 2004 de un cáncer de próstata. Dicen que apaciblemente mientras dormía. Apostaría a que su conciencia estaba bien tranquila. Dee Dee lo hizo dos años antes, de sobredosis de heroína, meses después de felicitarse a sí mismo en la ceremonia que incluía a los Ramones en el R’n’R Hall Of Fame. Bajo la estatua de bronce de casi dos metros y medio donde descansan las cenizas de Johnny, hay una base de marmol donde algunos allegados suyos, como su propia mujer, John Frusciante o Rob Zombie, han dejado una frase ensalzando la amistad que les unia con el finado, asi como algunos de sus valores. En la negra lápida de Dee Dee personas anónimas y nostálgicas dejan cigarrillos bajo la frase «Ok.. I gotta go now», y pasionales marcas de pintalabios entorno a su nombre.
Es bien conocida la personalidad arisca, controladora y fria de Johnny, así como su perfil de conservador y apoyo del partido republicano en sus últimos años de vida, mientras que Dee Dee, como se puede ver en el célebre documental en el que narra sus peripecias basadas casi exclusivamente en su relación con la droga y sus consumidores, tiene una personalidad infantil, traviesa y despreocupada por las cosas relevantes que afectan al universo. Esto hace que éste último sea adorado por múltiples incondicionales de la banda, hasta el punto que hay quién se propone hacer un surrealista homenaje a su figura y los momentos más estremecedores de su vida, en una película basada en los desvaríos que se cuenta en el libro Lobotomy, de Legs McNeil. Johnny, sin embargo, no parece tener legión de seguidores más allá de las personas que firman en su monumento fúnebre, que célebres o no, no superan la media docena. Y quizá también algún neurótico fascinado por su forma de tocar la guitarra. Su mayor bondad parece consistir en que, como se dice comúnmente, era amigo de sus amigos. Lo cierto es que las colosales diferencias que les separaron en vida, les acompañan de la misma manera en su descanso eterno.
La moraleja de todo esto, por si no lo habéis pillado, es que es mejor ser un yonki lúdico que un maniático autoritario. Asi que es mejor no tomarse las cosas demasiado en serio, y pasárselo bien mientras se pueda. Bueno, eso y recordaos que los miembros originales de los Ramones están todos muertos, mientras que los de los Sex Pistols estan bien vivos y, más o menos, coleando. Sed como los Sex Pistols, no como los Ramones.
Más allá de la sección de cuerda ramoniana añadir, como curiosidad, que también esta enterrado allí Tomata Du Plenty, voz de los enormes Screamers, aunque no llegue a tiempo de rendir homenaje a sus cenizas, ya que estan situadas en la cripta de la capilla del cementerio que ya estaba cerrada para mi llegada. Luego, a mi vuelta, me informaron de que las cenizas de Rozz Williams, de Chistian Death, también se encuentran allí mismo.