Hablemos de festivales autogestionados.

Salir a tocar a otras ciudades te permite conocer de primera mano la escena punk de otra ciudad y formar parte de ella por una noche. Esto es una buena oportunidad para pararte a reflexionar sobre qué estamos haciendo bien o no en nuestra ciudad. Este verano he tenido ocasión de tocar con mi banda en varios festivales autogestionados en distintas ciudades, en este artículo pretendo hablar sobre ellos con el fin de que sea un detonante que invite a pensar que hay muchas formas de hacer las cosas más allá de las que estamos acostumbrados y con las que estamos acomodados en nuestra escena.

 

Festival HC-Punk Playa de Almería

Almería es una ciudad pequeña (según la sabia Wikipedia, de algo menos de 200.000 habitantes), se puede recorrer a pie sin demasiado problema y un par de días son suficientes para conocer la ciudad a grandes rasgos. Eso no impide que exista una buena escena underground con  unos cuantos bares en los que se puede escuchar música de la buena y sobre todo con gente de diferentes generaciones que se juntan para mantener esa escena viva. Se celebran conciertos de punk o rock n roll con cierta regularidad, pero probablemente todos estén de acuerdo en que la gran cita para el punk almeriense sea el festival de la playa que organizan todos los veranos.

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Este festival, que este año celebraba su décima edición, surgió de la búsqueda de alternativas para organizar conciertos de estilos que les interesaban tras recibir constantes negativas de las salas. Ellos podrían haber tomado la actitud de no hacer nada y llorar por el fotolog (imagino que sería la red social de moda en ese momento), pero tomaron la actitud buena; alquilaron un generador, se buscaron un descampado a las afueras de la ciudad, donde los únicos vecinos son el mar y el desierto y ellos solitos hicieron las cosas como creían que se tenían que hacer y lo hicieron muy bien.

Viendo los carteles de las primeras ediciones, parece que en un origen el festival estaba más orientado al hardcore y a estilos más ruidosos, pero afortunadamente eso ha ido cambiando con los años y no hay más que profundizar en el cartel de esta última edición para comprobar que es un festival heterogéneo en el que tiene cabida prácticamente cualquier subgénero del punk y  eso es un reflejo de que en la escena almeriense prima la variedad y el buen gusto. Desde un origen,  una de las intenciones del festival era que los grupos de la ciudad tuvieran un espacio donde tocar, por esa razón son los grupos locales los que forman el grueso del cartel y siempre añaden algún grupo de otra ciudad que tienen ganas de ver en directo. Sin embargo, la influencia del festival ha traspasado fronteras y entre los cientos de asistentes que había este año encontramos a conocidos de Málaga, Sevilla, Granada, Murcia y de Madrid.

Es envidiable ver cómo tanta gente se implica directamente en el festival para que todo el curro que lleva detrás: alquilar generadores, congelar garrafas para poder enfriar las cervezas en cubos, salir a buscar palés para hacer el «escenario», ponerse de acuerdo para que no falte nada de equipo, tratar con todas las bandas, montarlo todo, vender cerveza, estar pendientes del sonido y cuando termina, ya por la mañana, recoger todos los trastos y la basura para que eso quede como si no hubiera pasado nada. Todo esto, por supuesto, sin que nadie reciba un duro, solo la satisfacción de que han aportado algo para que su ciudad sea un poco mejor. Alguien me decía que en Madrid teníamos mucha suerte por la cantidad de conciertos y de oferta cultural que había y no voy a negar que eso es un privilegio, pero sí echo en falta ese nivel de implicación y de camaradería que vimos en Almería gracias al cual han conseguido consolidar algo así.

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Llorsairs en el Festival Punk Playa. Foto: Miguel Martín Vargas

Si estáis interesados en conocer más a fondo el festival y la escena punk almeriense, os recomendamos echar un ojo a «Plástico, playa y punk», la primera parte de lo que promete ser una serie de documentales dirigidos por Manolo Inútil, una de las personas implicadas en todo esto. Aquí trata precisamente de los grupos almerienses que tocaron en esta edición del festival.

Folixa en Fitoria (Oviedo)

Fitoria es un barrio residencial situado en una colina a las afueras de Oviedo. Aunque está relativamente cerca del centro (una media hora andando), se respira un ambiente rural y es todo lo verde que se puede esperar en el norte. Si antes hablábamos de un festival de tamaño considerable con cientos de asistentes, ahora se trata de una fiesta en una casa con no más de cuarenta personas (incluyendo miembros de grupos), pero es una iniciativa igual de auténtica y admirable. De hecho, su origen tiene una motivación muy similar: la dificultad de encontrar espacios para montar conciertos de grupos que les gustan.

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Ana, la principal culpable del asunto vive en una casa en la ladera de la montaña con un amplio sótano del que estuvo sacando trastos y limpiando durante días, al final quedó un espacio bastante decente para tocar que no sonaba nada mal.

El funcionamiento era como el de una fiesta de colegas en cualquier casa: cada uno se lleva su bebida y algo de comer, la música y la conversación hacen lo demás. Para pagar al grupo de fuera se pasó un bote en el que cada uno de los asistentes aportaba lo que podía o consideraba necesario. Decir que lo que se recaudó fue más que suficiente para cubrir los gastos del viaje. El que la mayoría de la gente hubiera  participado para organizar la fiesta  no fue un impedimento para que todos aportaran algo, creo que si la gente está concienciada con las necesidades de una banda en gira, un bote es una buena opción para que un grupo de fuera pueda tocar en situaciones en las que no se puede o no es apropiado cobrar entrada.

Tocaron muchas bandas a lo largo de toda la noche y nosotros éramos los únicos foráneos. Entre unas pocas personas, que casi se podían contar con los dedos de las manos, hubo grupos para toda la noche, las caras de los miembros se repetían una y otra vez en una sana endogamia «si no somos suficiente gente para que haya una gran escena, creémosla entre nosotros». Un nuevo punto positivo para los asturianos.

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Opresión en el sótano de Fitoria. Foto: http://repunante.tumblr.com/

Entre los grupos tocaron Asesinato del Poder, Opresión y Pena de Muerte, grupos que tenían en común un sonido crudo y agresivo muy influido por Discharge y otras bandas de hardcore radical y que contaban con la presencia de Pablo, un activista de la escena punk asturiana responsable del fanzine Rata o el programa Días de Distrucción entre otras muchas cosas y que cantaba, tocaba la guitarra y la batería respectivamente en cada una de las bandas. También recuerdo un par de dúos cuyo nombre he olvidado; unos de guitarra-batería que tocaban algo como emo y otros de batería y bajo que eran como más jebis. Ninguno de ellos hacían un estilo que me llamara la atención, pero como fueron breves, se dejaron ver. Enano hacían una especie de post-punk raruno y desquiciado que me moló mucho y Neura tiraban hacia un punk más clásico y también me gustaron un montón aunque tuvieran el marrón de tocar los últimos a una hora indecente y no se sintieron para nada a gusto con su concierto.

La fiesta se alargó toda la noche y el punk ganó de nuevo.

 

Caos a Gràcia

Si en los ejemplos anteriores hablábamos de ciudades pequeñas con escenas reducidas, ahora nos trasladamos a una ciudad grande y con una escena consolidada como es Barcelona. Fue en las fiestas de Gracia del año 2004 cuando un grupo de nazis asesinó a Roger, un joven punk de la ciudad. Desde entonces se le rinde homenaje en esas fechas con este festival punk en la calle, para que nadie se olvide de él y para demostrar que la calle pertenece a los punks y que un puñado de indeseables no puede cambiar eso.

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Un generador, equipo de voces, amplis y batería situadas en el centro de la calzada son suficientes para hacer todo el ruido que quieras. Cientos o miles de personas con ganas de pasarlo bien ocupan una estrecha calle y como cabe esperar, el caos está servido. A nivel práctico, el bullicio y las miles de personas que toman el barrio durante sus fiestas son el contexto perfecto para organizar algo así. Un pogo salvaje rompe las barreras entre la banda y el público y cualquier cosa puede pasar. Si ves videos de los conciertos te puedes hacer una pequeña idea de lo que allí sucede y te entrarán unas ganas tremendas de estar en la próxima. Imagino que mucha gente de la que allí se congrega parte de esa motivación, porque allí, además de a toda la escena punk de Barcelona, te puedes encontrar con gente de todas partes. A estas alturas, el Caos es cita obligada para los punks de todo el mundo.

En una ciudad en la que los constantes desalojos de centros sociales y la poca predisposición o condiciones abusivas para organizar conciertos de punk  por parte de la mayoría de las salas son el pan de cada día, tomar las calles, aunque sea una vez al año, es lo mejor que se puede hacer para demostrar que nada de eso puede con la ilusión y las ganas de hacer cosas que tienen todos los que funcionan en el DIY.

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Suicidas en Caos à Gràcia. Foto: Miguel Martín Vargas.

Todo esto lo he escrito porque toda difusión y visibilidad que se dé a iniciativas como estas es poca, pero también porque sueño con que cunda el ejemplo y aunque en Madrid haya también muy buenas propuestas similares (pienso en el Luis Aragonfest o en los conciertos que organizaron durante la batalla naval, por ejemplo), lo cierto es que casi siempre tenemos que tragar con las condiciones que imponen personas ajenas al punk y que son muy poco punks. Iniciativas DIY hechas desde el punk y para el punk deberían dejar de ser la excepción y convertirse en la norma. Un aplauso a todos los que aportan algo de luz a todo esto.

Un comentario

  1. Creo que habría que diferenciar entre festivales y conciertos. Para mi personalmente, solo el primero entraría bajo la definición de festival. Por lo que entiendo después de leer el artículo… ¿No entran en la categoría de autogestionados aquellos «festivales» que utilicen el circuito de salas de una ciudad?

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