Alertado de manera indirecta por una amiga, fui la semana pasada a la Filmoteca a ver esta película de la nueva ola del cine búlgaro. Entiendo que tras esta primera frase mi índice de popularidad habrá decaído hasta sus mínimos, y muchos me imaginarán ya con gafas de pasta, cuello alto, fumando en pipa y bebiendo vino caro. Lamento quebrar vuestras fantasías pero aunque yo no me declaro gran fan del cine, así en general, la Filmoteca sigue siendo un sitio secreto (por lo vacío que suele estar, vaya) donde ver películas raras, a un precio de pura risa. Quizá hacernos eco del pase de películas relacionadas con el Punk a través de nuestras propias redes sociales sería algo de interés general pero, desafortunadamente, esto solo se me ocurrió cuando vi que en la sala solo había un par de ciudadanos del este, dos o tres parejas y alguna estudiante de arte. Para la próxima, organizamos una quedada, aunque sea para dar algo de vida a la sala.
La verdad que he tardado unos días en decidirme a escribir este comentario porque, en un principio, la película me dejó un poco indiferente. Más allá del conflicto familiar con el que muchos hemos convivido durante nuestra adolescencia y parte de la juventud no hay escenas que causen gran conmoción. Supongo que hoy día estamos acostumbrados a un cine más impactante y esta película es más bien sencilla y costumbrista. Por otra parte, a mí una historia de punks casi siempre me interesa, y si además esta ambientada en Bulgaria, por la que he tenido la suerte de pasar un par de veces a ver al ilustre amigo Kamen, responsable del fanzine Ulichno Delo (Y en su día de la sección de Psychobilly, comics perturbadores y maquetación del aberrante Mundo Subnormal) pues ya ni os cuento el interés que me genera. Ahí van mis impresiones sobre la película.
La historia comienza con un padre de familia que recibe angustiado la noticia de la desaparición de su hijo de 12 años durante todo el fin de semana. Este hombre es el entrenador del equipo local de waterpolo, se pasa toda la pelicula en chandal, y recuerda a ese entrañable (aunque hijoputa) profesor de educación física, calvo y entrado en carnes, habitual de los colegios públicos de los años ochenta (imagino que hoy ya seran tíos cachas y musculados como manda la televisión y los presentadores de deportes). Tras la pertinente visita a la sórdida comisaria con su desamparada mujer para formular la denuncia de desaparición, el chico aparece en casa con una amiga punk (más bien gotiquilla de la MTV) que ha decidido que es buen momento para tomar una ducha. El segundo punk no tarda en aparecer en escena bien abastecido de priva y tabaco. La complaciente madre les invita a comer, con lo que la tensión entre las dos generaciones esta servida.
Le sigue un encendido y vertiginoso debate sobre política, drogas, logros deportivos, responsabilidades, y usos y costumbres de ambos bandos que, por fuerza, esta condenado a tener un agrio final. En mi opinión, lo más sobrecogedor es ver como Rado, el hijo del entrenador, asiste dolido a ese enfrentamiento, sin entender el antagonismo de estos dos mundos: lo conservador y lo rupturista, la lucha por mantener los regalos vacíos de sus padres contra la idea de un mundo lleno de aventuras vagabundeando por las calles. Pronto aprenderá que hay que tomar partido. Sus padres no llegan más allá de autocuestionarse y del desconsuelo experimentado por la desgracia que ha entrado en su casa y quiere arrebatarles a su hijo, pero ni siquiera sus supuestos aliados se lo ponen nada fácil. La figura casi siempre presente del amigo mayor, punk en este caso, despreciativo y arrogante para con el pobre niño, hace perder toda la simpatía que gana cuando entra en escena, atusandose la cresta y enojado con el mal tiempo, diciendo: «La lluvia y el viento son el peor enemigo del punk». Por cierto, ese punk esta interpretado por una chica, y si no lo hubiera leido no lo hubiera creído. El desenlace de esa lucha de poderes no es el final, que llega algo más tarde de manera casi natural en los bajos de la comisaría donde empezó todo.
La banda sonora podrían habersela currado un poco más porque, aparte de tres temas seguidos de Exploited a todo volumen, ideales para sacar a un padre rabioso de sus casillas, yo no he identificado nada más. Las canciones de fondo son tirando a bajoneras ya que la película, auque haya momentos cómicos, entra en el género de drama. Quizá haya algo de Punk búlgaro pero no he sido capaz de encontrar referencias por ningún sitio.
Al final la película se deja ver con gusto, y según he leído es un reflejo bastante fiel a la manera turbia en que se enfrenta el país a manifestaciones artísticas y corrientes contraculturales modernas. Me parece recomendable porque no es nada cerrada y plantea a unos personajes imperfectos, llenos de dudas, que causan sentimientos encontrados. También por las pinceladas de humor con que desdramatizan una situación que no pasa de generacional y que, en realidad, no tiene porque tener un final terrible. Las fotografías que recorren esos escenarios de una ciudad búlgara de segunda, con sus construcciones abandonadas, sobrias y decadentes, tambien es digna de ver.