Un impulso totalitario crece desde los órganos internos hasta el vello que recubre nuestros cuerpos. Una exigencia a la que no sabemos cómo ponerle freno, y que no se detendra por muchos sacos de arena que arrojemos a sus pies. El flujo ha cambiado de sentido y el corazón ya no bombea, si no que absorbe nuestro vigor. Lo expulsa de nuestro cuerpo (nadie sabe cómo) en dosis que llenan bolsas de cuero de imitación. ¿Dónde va a ir a parar todo ese amor que hemos estado acumulando todos estos años celosamente? En las paredes de la ciudad crece un nuevo movimiento de cariño apasionado que se hace con el control de las mentes residentes. Todo indica que los sacrificios se van a acabar pronto debido a la falta de sangre en las venas. Las transfusiones se han incrementado este mes pasado de manera notable. Cualquier intento de rebelión es inmediatamente reprimido por la idea de futuro.
La moraleja es que tendremos que empezar a recoger los blancos y espesos chorretones de amor esparcidos por las esquinas, e inyectárnoslos en nuestro organismo para que esa inmensidad de conocimiento no corra por el sumidero desaprovechada e inútil.