Hemos de contaros una sorprendente noticia que quizá haya escapado a vuestra atención, en estos días que andaréis alborotados recorriendo las calles en busca de vuestro almacén de cosas favorito. Hoy, como cada año.. ¡ha nacido el niño Jesús! Un hecho que, acompañado de sus protocolos habituales, y que, no por desconocido, deja de alegrar los corazones de millones de personas a lo largo y ancho del planeta. A algunos de vosotros puede que no os importe demasiado la Navidad, y que la hayáis abandonado en manos de los niños inocentes y los chupacirios habituales, pero ya sea por exceso o por defecto, es innegable que este evento socioeconómico ha llamado vuestra atención de alguna manera. Pues bien, a un servidor le ha sugerido la idea de elaborar una seria y concienzuda investigación, con la que, tras una minuciosa lectura, podréis enriquecer el número de temas de conversación, en vuestros intentos de buscar acompañante para encamaros, en las multiples fiestas y eventos que hay en estas fechas.
Como decíamos, nosotros, siempre listos para celebrar una fiesta como es debido, vamos a aprovechar esta circunstancia para dar a conocer un hecho dramático, en realidad. Infame. Y hasta cierto punto, punible. El ambiente musical que invadía miles de hogares en la Inglaterra de finales de los años 70, a través de su aparato de televisión, era algo extremecedor. Si, vamos a intentar ahondar en una de las causas por las que la juventud británica tuvo que armarse de valor, y decir un alto y claro -¡Hasta aqui hemos llegado!- Sin más preámbulo, vayamos a la fuente que suministraba, en aluvión, los éxitos que la muchachada sufría, porque no tiene otro nombre, una y otra vez: el especial de Navidad del Top of the Pops, del año 1976, que recopilaba los pelotazos que habían reventado los charts, ese glorioso año.
Ahi tenemos a Elton John, ABBA, Demis Rousos, o Queen, entre otros conjuntos y solistas que harían las delicias de cualquier persona de la tercera edad. El Glam estaba de capa caída, y la música disco estaba empezando a llevarselo muerto, con Donna Summers como maestra de ceremonias. Algo de Soul, Reggae y otros ritmos calenturientos para mover los pálidos cuerpos de los británicos, también se añadían a la ecuación melódica de aquel año. Pero lo que de verdad hacía enrojecer las mejillas de los hijos de la Gran Bretaña, era este conjunto llamado The Wurzels, que ataviados como granjeros, cantaban odas a la sencilla y hermosa vida rural:
No obstante, había una alternativa para aquellos jovenes inquietos que se aburrian sobremanera en los salones de sus enmoquetadas casas, ante los enormes televisores de la época. Otro programa llamado The Old Grey Whistle Test, que mi amigo Google traduce con el poco esperanzador nombre de «la prueba del viejo silbato gris», y que esconde un juego de palabras anglosajón, programaba, aquel año, bandas como los protojevorros de Judas Priest, al decadente y caricaturesco Rod Stewart, o esos jipis trasnochados llamados Fleetwood Mac, haciendo alegorías a la superación personal:
Un puto asco, ¿no? No se vosotros, pero yo ya me estoy imaginando a Johnny Rotten revolcandose por el suelo, y gritando mil veces la palabra que empieza por «F», ante semejante panorama. O a Siouxsie Sioux bostezando hasta la náusea mientras se pinta la felina raya del ojo, preparada para recorrer Kings Road. Volviendo al TOTP, no sería hasta el año siguiente, el célebre 1977, cuando el fenómeno ya ha explotado en sus más amplias consecuencias mediáticas y musicales, en que se dan cuenta que algo empieza a removerse en los suburbios londinenses, y poco a poco van haciendose eco de ello, entre un montón de la broza habitual del programa. En Mayo del año en que los dos sietes chocaron, se vió, por ejemplo, a The Jam, tocando su tercer single «The Modern World», y a Weller con el críptico mensaje «I am nobody» grabado en su Rickenbacker.
Muchos grupos fueron desfilando ante las pantallas de unos, cada vez menos, atónitos ingleses, pero no sería hasta 1982, cuando una banda que podríamos meter con calzador en el saco del Punk, porque nunca fueron aceptados con agrado por el resto de la comunidad, consiguió meterse en un especial navideño. The Stranglers con su armónico canto a la heroína. Nunca los efectos de una sustancia suscitaron tanta alegría y alboroto, como el que provoca a los jovenes que rodean al señor que presenta la actuación. Ni en las quedadas del autobus de la metadona se reune ese espíritu de fiesta.
Pues con estos breves documentos históricos, os dejamos seguir disfrutando el cumpleaños de nuestro señor Jesucristo, esperando que hayáis comprendido el sentido de la vida, y de porque debéis mirar a vuestro alrededor con suspicacia. ¿Acaso estamos nosotros viviendo una realidad musical mejor que la de aquellos adolescentes británicos de finales de la década de los setenta? Examinad las listas de éxitos contemporáneas y os sorprenderéis para mal. Como siempre, para remediar el abatimiento que esta noticia os pueda causar, os recomiendo ver este emotivo video de nuestros instructores favoritos, haciendo campaña de beneficencia, entre tartas voladoras y un Sid Vicious dicharachero y juguetón.